El DMT es apodado «la molécula del espíritu» por una razón. Es un enteógeno. Un enteógeno es una planta o droga sintética que puede inspirar sentimientos de intensa espiritualidad. En las ceremonias tradicionales, la ayahuasca se utiliza como un conducto hacia el mundo espiritual. Aunque, la forma en que ese mundo espiritual se manifiesta para ti y cómo lo entiendes está probablemente influenciada por la cultura y el lenguaje.

En términos científicos occidentales, la DMT puede inducir procesos corporales que imitan los que ocurren durante las experiencias cercanas a la muerte. En 2018, de hecho, investigadores del Imperial College de Londres decidieron poner a prueba la DMT. En un estudio, compararon las experiencias descritas por los pacientes a los que se les administró DMT por vía intravenosa con las que suelen relatar las personas que han tenido una experiencia traumática cercana a la muerte.

Tanto la DMT como las experiencias cercanas a la muerte pueden provocar la sensación de abandonar el cuerpo. Durante estas experiencias, las personas dicen ser conscientes de su muerte. Esta conciencia suele ir acompañada de fuertes sensaciones de calma y paz. También son comunes las imágenes de seres espirituales, aunque las formas que adoptan estas entidades pueden ser únicas para el individuo. Durante una experiencia con DMT, no es raro que los participantes sufran la muerte del ego, un proceso temporal por el que se trasciende el sentido mundano del ser. «La muerte del ego es como estar despierto y no tener ningún sentido de la identidad personal», explica a la BBC el investigador del estudio, Robin Carhart-Harris. Y aunque la experiencia pueda parecer aterradora para algunos, el ego puede ser sustituido por sentimientos de unidad y conexión con los demás y el entorno. Este tipo de conexión puede ser un sello distintivo de las experiencias espirituales.